La invasión de las colillas

La original iniciativa de un bar de la costa catalana permite constatar hasta qué punto están llenas de colillas nuestras playas, como lo están también nuestras calles, jardines, cunetas e incluso espacios naturales. El chiringuito Tibu-ron de Castelldefels (Barcelona) ha cambiado este verano, igual que hizo el anterior, un refresco o una cerveza gratis por un vaso de plástico del mismo tamaño lleno de colillas recogidas de la arena.

“El objetivo es concienciar a la gente para que abandone esta mala costumbre de tirar las colillas. Una sola colilla puede contaminar tres litros de agua, y tarda entre cinco y veinte años en desaparecer del medio marino”, argumenta el empresario, cuyo grupo, que además del chiringuito gestiona dos restaurantes y una empresa organizadora de eventos, se marca entre sus objetivos “crecer de forma sostenible”, “colaborar con causas humanitarias” y “fortalecer sus políticas de responsabilidad social” porque tiene claro que “el interés general está por encima del individual”.

Los servicios de limpieza de la playa de Castelldefels recogieron el verano del año pasado 60 toneladas de residuos sólidos de todo tipo abandonados en la arena, una cantidad equivalente a la que los bañistas depositaron en las papeleras y contenedores dispuestos a tal efecto.

766.000 millones de kilos

Y muy buena parte de ese volumen de residuos correspondió a colillas de cigarrillos, que están consideradas un elemento tóxico muy nocivo si es ingerido por un niño o un animal (una sola les puede causar la muerte) y que tiene un severo impacto ambiental sobre el medio acuático. Y eso sin tener en cuenta el peligro de incendios que generan cuando se tiran mal apagadas.

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